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DIÁLOGO CON UN CUERO DE LOS PAVONES.

 
Escrito por: Roberty Blandino
 
La puerta de entrada a los Pavones se parecía a las utilizadas en las cantinas de las películas de vaqueros del Oeste americano. Me llené de valor y la abrí con cierto cuidado para no atraer la mirada de las personas que se encontraban dentro de aquel lugar.
 
Era lunes, y en el interior no había prácticamente nadie, salvo un borracho que lucía dormido en una de las mesas acomodadas en aquel lugar de tragos, bachatas y desahogos.
 
Tomé asiento en una esquina, donde la tenue luz rojiza impedía ver a plenitud mi rostro, pues no solía frecuentar aquel Boulder de mala vida. A decir verdad, recuerdo que un día fui con Caamaño, más por curiosidad que para buscar placeres.
 
Una mujer pequeña de estatura, faldas cortas y miradas seductora se acercó a la mesa, puso sus dos manos sobre el espaldar de la silla que me quedaba al frente y preguntó.
 
– ¿Que vas a tomar amor?
 
– Un Brugal.  Dije pretendiendo simular destreza y determinación, aparentar ser un hombre experto en asuntos de burdeles.
 
Ella sonrió tiernamente, su larga experiencia en esos menesteres hacía que con tan solo observar un hombre podía darse cuenta si pertenecía o no a ese mundo.
 
– ¿Con qué lo vas a tomar?
 
-Nada más con hielo.  Dije con titubeos y un poco nervioso.
 
Quedé mirando el tongoneo de aquella minifalda, mientras se alejaba a buscar el servicio.
 
-Necesitas compañía. Dijo mientras colocaba el pedido, mientras pasaba un paño sobre la mesa. Sus palabras salían como si el manual de servicio al cliente lo requiriera, sin siquiera mirar mi rostro.
 
– ¿Por qué no? Dije con una sonrisa simulada.
 
Ella se sentó al lado mío, como si marcara territorio,
 
– ¿Quieres que ponga algún disco en especial?
 
– No, con los que están sonando está bien.
 
Pero si deseas algunos me dices, son 5 centavos para la vellonera,
 
Ok, pues pon chiquitita de Leonardo Paniagua, mientras le daba 20 centavos, sentí que mi decisión crearía una buena impresión en aquella mujer
 
– También elijes una para ti. Así no me acusaría de ser un cliente tacaño.
 
Volvió a sentarse, el silencio dio paso a una melodiosa canción, mientras nos miramos. Éramos dos extraños tratando de conectar esos dos mundos, donde nada nos vinculaba, ella arrastrada sabe Dios porqué circunstancia de la vida, yo, por simple curiosidad, por eso fui un lunes, sabía que pocos clientes estarían en aquel lugar de mala muerte.
 
En esos tiempos los Obreros del Ingenio Catarey eran los clientes principales.  Los días de semanas el negocio lucía vacío, en cambio, viernes, sábados y Domingo  comenzaba la vida nocturna, casi siempre después de la media noche, después de andar los bares y discotecas,  era el destino final, allí no había distinción de clases, todos buscaban lo mismo, ante la vigilancia de los famosos Chulos,  quienes administraban  los cueros para que no se distraigan , las competencias entre las prostitutas para conquistar al mejor cliente y Los Pitufos neceando y amenazando , era el pan nuestro de los fines de semanas.
 
– ¿Qué haces aquí, de donde eres? Dije
 
Ella dejó ver un gesto de disgusto, me miró con determinación.
 
– ¡oye!, aquí no se viene a hablar de la vida de nadie, todas tenemos nuestras historias , a nadie le interesa, si viene de la más cruel pobreza, o si fuiste abusada de niña, aquí nosotras damos el servicio y ustedes se sirven de él, dime si estoy perdiendo el tiempo en esta mesa.
 
Hizo un gesto de pararse, yo la agarré por un brazo.
 
– No perdón, siéntate, solo quise poner una conversación como ves no soy muy experto en asuntos de este tipo de vida, mi intención jamás seria molestarte.
 
– Perdóname tu, es que nadie hace ese tipo de pregunta , aquí tenemos que lidiar con borrachos, acostarnos con ellos, soportar sus alimentos fétidos, permitir que te toquen y a veces te obligan a besarlos, esta es una vida dura y cruel,  una vez comienza no hay forma de dejarla , ya nadie te mira como un ser humano, los hombres te ven como una mercancía por las que ellos pagan y se adueñan de ti por ese momento, y la sociedad te juzga de mala, sin saber que detrás de cada una de nosotras se esconde una historia de horror, de necesidades, de olvido y de impotencia.
 
A veces me arrepiento y pienso abandonar, pero es un callejón sin salida,, tengo tres hijos a quien mantener, ellos no saben nada de lo que hago, los visito cuándo puedo y le llevo dinero para alimentarlo y que estudien, me sacrifico para que ellos sobrevivan , jamás desearía que esta vida la repita una de mis hijas.
 
Saqué un pañuelo y sequé sus lágrimas que corrían   por sus mejillas.
 
-Gracias. Me dijo, mientras encendía un cigarrillo, detrás del humo pude ver un rostro de amargura y melancolía.
 
Al cabo de un rato, el pote de Brugal permanecía casi intacto, siempre he tenido poca virtud en eso de tomar.
 
– ¿Cuánto cuesta una noche de placer contigo? Le dije
 
– De paso 2 pesos y de amanecía 5. Dijo con voz apagada.
 
-¿Puedes darme un poco de hielo?  
 
Se levantó para buscar lo pedido, ahora sus faldas cortas habían perdido el ímpetu, sus pasos eran pasos de lástima, de sangre, pero de esperanzas, pues cada noche, cada hombre con los que se acostaba les daban fuerzas para resistir, para poder cumplir su promesa de llevar a sus tres hijos por el camino correcto.
 
Antes que llegue con el hielo, saqué 20 pesos de mis bolsillos, lo dejé en la mesa y me retiré sin el menor ruido, pensando en esa noche que cambió mi forma de ver Los Pavones.

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