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Y AHORA, ¿QUIÉN PODRÁ DEFENDERNOS?

Ayer se armó un corre corre en el antiguo canódromo, pero no entre perros, porque desde hace tiempo es el Centro de Retención Vehicular El Coco. Ahí es donde los Digesett (antiguos Amet) llevan los motores y vehículos retenidos (los que suben a la grúa y babai).
 
Desde hace un tiempecito, por alguna razón ahí no dejan entrar a las personas con celulares ni cámaras, aunque vayan a buscar sus monturas, quizá para cuidar la intimidad de los motores porque la mayoría están encueros (chiste malo e innecesario). Ahí parece que empezó el problema cuando el Defensor del Pueblo llegó con su equipo de gente y unos periodistas a investigar por qué hay un montón de motores y vehículos que se están volviendo una chatarra ahí dentro, motivados especialmente por un reportaje que había hecho Listín Diario.
 
SONRÍE PARA LA CÁMARA
Para sorpresa de los agentes, todavía había cámaras grabando, incluyendo un dron. En los videos se ve la discusión y el momento en el que los agentes agreden tanto al Defensor del Pueblo, Pablo Ulloa, como a otra persona de su equipo al cual le parten la boca de un pescozón. Además, agredieron a una periodista de Listín Diario y a varios camarógrafos, quitándole también algunas cámaras. Los periodistas cuentan que salió alguien hasta con un palo de golf a repartir golpes.
 
EL OTRO PROBLEMA
Ahí se han ido acumulando vehículos y motores durante años. Con una simple búsqueda en Google, verás un reporte del 2018 que hablaba de un «inventario» de casi 7000 motores y más de 1000 vehículos en el Coco.
 
Al parecer, nadie le había puesto mucho caso a eso, hasta que en el reportaje del Listín salieron fotos como esta:
¿QUIÉN TIENE LA RAZÓN?
Los agentes de la Digesett pensaban que nadie podía entrar sin cita previa, pero se les peló el billete porque al Defensor del Pueblo lo defiende la Ley 190-01. En su artículo 3, dice que la figura del Defensor del Pueblo –en este caso Pablo Ulloa– puede llegar a cualquier oficina pública o entidades que den servicios públicos sin tener que avisar a nadie. Por el momento, la primera en pagar los platos rotos fue la encargada del canódromo (bueno, era, porque la destituyeron), la coronela Ysabelita de los Santos.
 
Fuente: El B.

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