
Es una vergüenza que a seis décadas de que un grupo de hombres se inmolaran y acabaran con 31 años de opresión y sangre, todavía se hable de que sigue presente el fantasma del trujillismo en algunas políticas oficiales, leyes, reglamentos y códigos que años tras año se promete cambiar y “destrujillizar” como es el caso de la vieja y cuestionada Policía Nacional, para solo citar un ejemplo.
Si no enseñamos a los jóvenes en las escuelas, universidades, y otros espacios de socialización los horrores de la dictadura de Trujillo, seguiremos pregonando por más décadas la permanencia del pensamiento despótico de un hombre que merece ser desterrado de nuestras instituciones; pero sobre todo de la mentalidad de las presentes y futuras generaciones.
