
Francisco no ofició la misa por sus problemas en una rodilla, pero sí leyó la homilía en la que se refirió a la familia como “el lugar del encuentro, del compartir, del salir de sí mismos para acoger a los otros y estar cerca de ellos” y “el primer lugar donde se aprende a amar”.
En su lugar celebró la misa ante varias decenas de miles de personas en la plaza de San Pedro, a pesar del intenso calor, el cardenal Kevin Joseph Farrel.

De los padres lamentó que a veces temen que sus hijos “no sean capaces de orientarse en la complejidad y en la confusión de nuestras sociedades, donde todo parece caótico y precario, y que al final pierdan su camino”.
“Este miedo hace a algunos padres ansiosos, a otros sobreprotectores, y a veces termina incluso por impedir el deseo de traer nuevas vidas al mundo”, aseveró.
Y por ello animó a los progenitores a ayudar a los hijos a que “descubran y acojan su vocación” y así “tendrán la fuerza de afrontar y superar las dificultades de la vida”.
Al respecto agregó improvisando que “se necesita mucho valor para casarse” y que muchas madres le piden que anime a sus hijos a casarse y que él responde: “no le planche las camisas, que salga del nido”.
Y aquellas familias que viven momentos de crisis, “pues el camino no es fácil”, agrego, los animó a “seguir adelante” y no pensar “en volver con la mamá”.
Añadió, que “no hay nada más estimulante para los hijos que ver a los propios padres vivir el matrimonio y la familia como una misión, con fidelidad y paciencia, a pesar de las dificultades, los momentos tristes y las pruebas”.
A las familias, el papa invitó “a no tener otras prioridades, a no volver atrás”, es decir, “a no echar de menos la vida de antes, la libertad de antes, con sus ilusiones engañosas”.
Fuente: EFE
Fuente: EFE