El ciclón David, en agosto de 1979, y la subsiguiente tormenta Federico, pocos días después, devastaron la base agropecuaria nacional, sumiendo al país en su más grave estado de inseguridad alimentaria. Frente a tal crisis, hubo una respuesta inteligente y efectiva con la masiva política de fomento de granjas caseras para criar pollos y conejos y producir huevos. La estrategia incluyó también la recuperación de las cepas de las plantaciones de plátanos y guineos derribados, las que se distribuyeron junto a esquejes de yuca y semillas de vegetales a los ciudadanos que las solicitaran. De esa manera, los patios, jardines y azoteas de millares de hogares en el campo y la ciudad quedaron convertidos en unidades de producción y huertos, aliviando la crisis de oferta que provocaron los huracanes. Ahora que el país importa pollos brasileños y chilenos y huevos caros desde Bélgica para cubrir la demanda local, lo que en la práctica equivale a importar inflación, se torna más apremiante que el gobierno incentive y facilite un masivo retorno a las granjas avícolas y cunícolas para producir más carne y huevos. La distribución de pollitas ponedoras entre los ciudadanos puede ser un recurso complementario a la producción de pollos y huevos de las grandes granjas. Tanto para minimizar los efectos de la escasez como de la carestía de estos alimentos, mientras el país atraviesa las turbulencias de la inflación y las incertidumbres generadas por la guerra entre Rusia y Ucrania. Fuente: Editorial Listín Diario 1/7/2022