
Estamos claros que Haití siempre ha tenido problemas, pero después de la muerte de Jovenel Moïse, se ha convertido en tierra de nadie. Las bandas viven –irónicamente– matándose a tiros por controlar la mayor cantidad de barrios que puedan, y las autoridades no pueden ni con su vida. Para colmo, hay menos dinero y menos comida que nunca. ¿Combustible? Tres veces más caro que lo que debería, si es que aparece.
¿QUÉ HACE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL?

Mientras a Haití se lo lleva el diablo, los demás países ni dan soluciones ni envían ayuda. Y en algunos casos lo que hacen es poner el asunto peor, como el mes pasado cuando llegó un contenedor desde EE. UU. con 18 armas de guerra, varias pistolas y 15,000 municiones camufladas como «útiles escolares, bienes donados y alimentos secos». Y de paso también llegó el avión número 120 lleno de haitianos deportados de EE. UU. que tuvieron que regresar al país del que escaparon por la crisis. El Washington Post se fue en sentimiento y llamó a esa actitud «el último síntoma del desprecio insensible y la miopía moral del mundo con respecto al país más pobre del hemisferio occidental».
SIGAN VIENDO
Y tú estarás pensando: «pero a Haití se le manda pila de ayuda». Pues sí, y la OEA también mandó su ramplimazo diciendo que «los últimos 20 años de presencia de la comunidad internacional en Haití significan uno de los fracasos más fuertes…». Se quejaron de que el país se ha quedado solo y sin recursos para enfrentar una crisis con un gobierno que se está cayendo a pedazos.
¿PERO HAY LUZ AL FINAL DEL TÚNEL?

Un proceso electoral creíble y justo, y diálogo organizado con todas las fuerzas políticas del país y la comunidad internacional.
Un banco central autónomo, fuerte y responsable; un sistema de justicia independiente; un sistema educativo que dé soluciones reales a la juventud y a la niñez; y una inversión en fuentes de trabajo para los haitianos.
Y claro, para comenzar las soluciones, la OEA recordó que lo primero es frenar la violencia armada.
Fuente: El Brifin