No solemos hablar mucho sobre las tragedias que pasan a diario en nuestro país, por eso mismo: porque pasan a diario. Pero hay momentos, como este, en los que es necesario tocar el tema, porque la semana pasada murieron 8 personas a balazos, en tres casos separados de violencia intrafamiliar y uno de violencia social.
En Elías Piña, el alcalde pedáneo —así se les llama a las personas que dirigen comunidades pequeñas, usualmente elegidos por los mismos vecinos— de Las Pastillas mató a 3 personas, incluyendo un bebé de 6 meses, e hirió otras 2. Lo grave de este caso es que el don estaba preso, pero lo dejaban salir de noche para que «durmiera en su casa con su familia». Lo encontraron muerto poco después.
También está el caso de Bonao, donde un hombre mató a 3 personas: su esposa, su amante y un vigilante. También hirió a 2 personas más, incluyendo a su hijo. Salió herido y preso, y de lo más campante dijo que se salvó «la que quería matar», que era la mujer que lo había chivateado con la esposa. Al menos una de las muertes se pudo haber evitado, porque antes de matar al vigilante supuestamente le pasó por el lado con todo y arma a dos policías, que se quedaron igualitos. Luego intentó suicidarse en la cárcel.
HAY UN TEMA
No se sabe si es por la olla, la resaca de la pandemia, o simplemente porque tenemos una cultura de la violencia, pero este año ha sido fatal. Para finales de marzo íbamos por 25 feminicidios, cuando en todo el 2022 hubo unos 58 en los cuales se quedaron 42 niños huérfanos. Ya antes del 2023 estábamos en el quinto lugar de América Latina en feminicidios, con una tasa de 2.7 por cada 100 000 habitantes. Leyes van y vienen, hay programas de prevención por todos lados, todo el vivo sabe que es un problema grande, pero los números siguen siendo alarmantes.
Fuente: El Brifin